¿Te has preguntado alguna vez por qué te levantas cada mañana? La cultura japonesa con toda su sabiduría, longevidad, alta tecnología y desarrollo, dista mucho, a ojos de un occidental, de ser una sociedad perfecta y relajada. Sin embargo no podemos negar que los japoneses son dignos de admiración. Inteligentes, trabajadores, han sabido sobreponerse al horror y la destrucción de la segunda guerra mundial y han llevado a su país a ocupar un lugar de privilegio. Pero ¿cómo lo hacen? Sus interminables jornadas laborales, su alta tasa de muertes por exceso de trabajo, parecen no guardar relación con el término Ikigai.
Ikigai es la unión de dos palabras: iki que significa vida y gai que hace referencia al valor o mérito. Básicamente podríamos traducirlo como “el valor en la vida”. Tal vez la clave esté en no dedicar toda nuestra atención a sólo una actividad y hacer de ella el centro de la vida, por ejemplo el trabajo sino en tener una variedad de intereses. Estos pueden ser variados, como por ejemplo practicar un deporte, colaborar con una ong, mantener un huerto o un jardín, o cualquier otra cosa. Si el interés es el trabajo, entonces tendría que considerarse otra variable, como tal vez darse cuenta que con el trabajo que se realiza en realidad se está ayudando a otras personas de alguna manera, que marcas una diferencia al hacerlo.
El ikigai no implica una relación de poder, no se necesita ser famoso ni ocupar un cargo relevante dentro de una empresa ni tiene ninguna relación con los ingresos económicos. Es un concepto amplio que significa nada más y nada menos la alegría de vivir, la razón por la que enfrentas cada día con una sonrisa. Tu motivación interior. Es el poder ver un futuro aún cuando el presente sea negro. Es saber que una vida plena consiste en la suma de muchos buenos momentos aunque sean pequeños y no lamentarse siempre por lo negativo. Encontrar el propósito a la vida. La mejor parte del ikigai es que no representa algo estático, inamovible, sino que muy por el contrario, es completamente dúctil. A lo largo de nuestra vida iremos cambiando nuestro ikigai porque como seres humanos evolucionaremos y se nos presentarán diferentes oportunidades. No se trata de ver todo de color rosa y sonreir con una sonrisa estudiada, sino de encontrar aquello que nos hace feliz, que nos apasiona, que nos da ese propósito en la vida y nos hace sentir útiles, capaces de aportar valor. En Japón por ejemplo, los ancianos son valorados y escuchados. Importa la sabiduría y las experiencias que puedan transmitir . Las personas mayores son conscientes y consideran casi un deber ser transmisores de ese saber que han adquirido. Esto les da un propósito, un ikigai.
Trabajar está muy bien y es necesario (y no solo por el aspecto económico sino también por un sentido de dignidad) pero hay mucho más en la vida. Encontrar el ikigai es encontrar ese balance que nos permite afrontar el día a día por muy malo que sea, porque podemos ver más allá de las acciones cotidianas.
Si este concepto te ha interesado puedes leer el libro de Mieko Kamiya “Sobre el Ikigai”.
Adriana De León M Pagouapé
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